Todavía dormían las calles, mecidas por el movimiento escondido de un sueño gatuno. Hacía rato que los edificios habían dejado de quejarse y los coches se habían rendido al Silencio. Y de repente un beso. Volvieron todos los besos. Al amor miraban las nubes y los árboles de la avenida. Y los gritos de los niños y el gruñido del viejo. Tus ojos. De todas maneras, quizás solo es un beso. Quizás como todos los besos y va siendo tarde. El gato se recuesta de nuevo. Todavía duermen las calles.
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