8 de enero de 2014

Roamsa

15 de septiembre. Me despierta la violencia de ver a un chaval joven, con sus pantalones arreglados, su polo decente y su mirada aún sana, encadenado a un semáforo que le dice cuándo ofrecer paquetes de kleenex.

Escarbando entre píxeles para esconderme un ratito me encuentro con las vidas que se apagan en la Araucania. En homenaje a las tierras en las que nacieron y nacerán, quieren hacer suya la muerte. Sobre todo cuando el derecho a la propiedad de los ricos se impone con balas de UZI, como las que atravesaron la espalda de Matías Catrileo.

Las empresas de información no hablan de ello porque Endesa construyó allí una gran presa. Con esa energía disparan a los mapuches y generan directivos y accionistas. Accionistas de, por ejemplo, empresas de información.

Prefieren hablar de la orden del gobierno francés para detener y expulsar a los inmigrantes pobres. Y mostrar la solución: la Comisaria de Justicia y Derechos Fundamentales de la Comisión Europea habla de que “se le está acabando la paciencia”. Palabras dignas de un personaje de nombre Viviane Reding, que incluso da un golpe en la mesa para asustar a su acomodado atril. Cuando se acabe su paciencia iniciará el procedimiento sancionador consistente en el envío de cartas recordatorias. Y cuando se acabe su otra instancia de paciencia lo denunciará ante el Tribunal de Justicia, que puede tardar en tomar una decisión meses o incluso años. Macabro juego el de los gestores del sistema.

Echo un ojo a lo que cuentan aquí, donde un gobierno socialista está estableciendo una nueva sociedad sin tejido productivo y con empleo precario y escaso. Pero el titular busca un enemigo externo que haga pequeños nuestros problemas: “España debe permanecer en Afganistán hasta que acabe la violencia…”

Necesito seguir buscando la esperanza en el ser humano. Me gustaría creer que yo soy otra cosa en medio de este estercolero. Y encuentro a Roamsa. Tiene 12 años. Vino a España a pasar el mes de julio por la labor de una ONG. Solo tiene una capacidad de visión del 3% y su ceguera no tardará en ser total. Su problema podría ser solucionado en un hospital cercano, pero allí no hay sitio para una niña palestina. Solo curan a los que viven en esas casas que apenas puede localizar en su esforzado horizonte de campo de refugiados. Son los mismos que hicieron que el recuerdo de su padre sea un día triste y eterno.

Por un momento caigo en la tentación de pensar que quizás sea un privilegio ver solo un 3%. Pero convertirte en una víctima del sistema no acabará con el sistema. Y la ignorancia no nos permitiría sentir a Roamsa.

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