Ella le notaba más distraído
que de costumbre. Ya no se fijaba en su pantalla plana, en sus 42
pulgadas o en las especificaciones técnicas que les llenaban de orgullo
los primeros meses. Hasta que apareció su mujer para decir, con tanta
tranquilidad como violencia, “hasta mañana”.
“Es culpa tuya”, le dijo con sus colores más vivos.
“Es culpa tuya”, le dijo con sus colores más vivos.
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