26 de octubre de 2014

Prioridad

Deceleraba. Mientras escuchaba a su motor agradecido, observaba la parsimonia de la niña cruzando el paso de peatones. Por un momento, se refugió en ese lugar donde habita lo que solo una vez nunca supimos. Y las curvas que dibujaron en la carretera esos pequeños pasos arrancaron en él una sonrisa nueva.

22 de octubre de 2014

¿Quién sabe? (microrrelato)

El miedo empezó a extenderse. Alguien había escapado de prisión. Peligro. No había seguridad posible. Quizás ocurriera al segundo siguiente. A ella. A él. Había que defenderse. Pero ¿de qué? ¿Cómo es? Es más, ¿qué es lo que defendemos? ¿por qué tienen que ser así las cosas? ¿No podía haber sido como los demás? Pensar como piensan los demás. Responder lo que responden los demás. Quedarse en la prisión, como los demás.

14 de octubre de 2014

Despejos

El chaval del segundo se mira en la foto de la estrella del momento. La madre se ha atrincherado en la cocina y el padre pide instrucciones a un libro sagrado.

En el tercero el guaperas rebusca en imágenes ajenas su camino al deseo mientras ella, con los ojos cerrados, le sueña de otra manera.

En el bajo un pequeño devuelve a la infancia a su tío deprimido.

La muchacha del quinto prueba a hilvanar sus propias heridas con otra canción.

En el primero se oye discutir a una pareja. Después de necesitar los elogios, se necesita el daño. Y después se necesita al otro para explicar el fracaso. El hijo aguarda soñando sobre la sonrisa de una bandera.

Y en el ático, ensimismado, solo, escribo sobre un edificio sin espacio para mí.

13 de octubre de 2014

Siempre

Otro folio cansado
dibuja sombras
de ventana
con mueca.
Un bolígrafo calla,
mimetizado.
O quedar atrapado
en la idea
que te libre
de verte.
Otro cielo ha caído
y te lleva contigo.
El tiempo corre
siempre
en favor del olvido

10 de octubre de 2014

Apocalipsis

Palabra enigmática, terrible y hermosa. Según la mitología, Calipso era una ninfa que tenía el don de hacer olvidar. Homero cuenta cómo consigue retener a Ulises a su lado durante años. Y con el prefijo “apo” los griegos usaban esta palabra para hablar de “salir del olvido” o “reencontrarse con la realidad”.

Reencontrarse con la realidad es, casi siempre, marcar un punto de no retorno: a partir de aquí ya nada puede ser igual. Mi primer apocalipsis llegó cuando tenía siete años. Una niña un poco mayor que yo esperaba ser ayudada al otro lado de la tele. Había quedado atrapada entre los restos de su casa, derrumbada por un movimiento de tierras en Colombia. Durante tres días el mundo miraba a esa niña que iba a morir. Todos quisimos a Omaira y hoy nos duele su imagen tanto como en aquellos días. ¿Por qué yo sí y ella no? A mí también se me cayó la casa encima y me arrastró el lodo de la vida ajena, imparable, indiferente. Siempre hay algo contra lo que no puedes luchar. Un volcán, la pobreza, el olvido. Que a la vida no le importe si es justa o no. Ella se quedó en nuestra memoria. Quizás para poder digerir, sin ser arrastrados, el dato que decía que, como Omaira, hubo 25.000 muertos en Armero.

Poner una cara, nombrar y empatizar para poder pensar que no está todo perdido. La capacidad de verse en el otro es lo único que dignifica nuestra existencia depredadora. Pero esta no es una cualidad innata y el miedo puede hacerla desaparecer. Hoy mismo hemos sabido que ha muerto un niño, de nombre Saah Exco. Tenía diez años y su familia había muerto de ébola. Deambulaba por las calles de la capital de Liberia porque no le trataban en unos hospitales colapsados. Nadie quería tocarle ni acercarse a él y ha muerto solo. No se me ocurre una mejor imagen del tiempo que vivimos: un niño que muere solo, rodeado de gente. No, el niño no somos nosotros, nosotros somos lo que queda sin ese niño.

6 de octubre de 2014

A fin de cuentas

Contemplaba
las marcas de las botellas
expuestas:
tequila,
ron,
ginebra,
y sintió
en la mirada
del anciano de la barra
el acuse de recibo
de su propia vida

3 de octubre de 2014

Lur

Tenía yo once añitos y bajaba con mi perra en el ascensor. La ansiedad y la ilusión dando vueltas en dos metros cuadrados. En un momento dado, el ascensor paró. El señor del segundo, aunque con menos ilusión que Lur, también iba a la calle. Y como queriendo contagiar su entusiasmo, se abalanzó sobre él. Yo le pegué un grito y le amenacé con la mano, para que no molestara. Se echó para atrás y el señor me dijo, amable, "no te preocupes, no pasa nada. Yo tuve una perra, parecida a ésta. A los trece años se murió. Y a veces me pregunto si pude haber hecho más cosas con ella. Alguna excursión más, porque no conoció el mar... y si la regañé demasiado..."

Esa noche, cuando mis padres se fueron a la cama, me levanté y me fui a su colchón, en el salón. Dormimos abrazados y lloramos juntos.

Dialéctica del espejo roto

No soy pesimista, solo es que siempre pierdo. Vivir es elegir qué vas a perder. Un amor, una virtud, una amistad… Lo paradójico es que, si se quedan contigo, van a cambiar a tu lado, van a convertirse en otra cosa contigo. Solo si se van antes de tiempo quedan tal cual eran, intactos, en tu recuerdo. Recuerdas joven a quien murió joven y recuerdas viejo a quien murió viejo. Así que solo pierdes lo que no pierdes. Así es como vivo con ella.