28 de diciembre de 2015

Pilla pilla



Como todas las mañanas, salió a la calle para encontrarse. Y ese día no trabajaba así que pudo elegir dónde buscar. Paredes con viejas pintadas que ya nadie leía. El cielo cumpliendo su horario laboral. Un chico con una carpeta en la mano con el tiempo muy justo para el siguiente tren. La mirada perdida de la chica sentada en la acera. Una pareja besándose al lado de un portal. Nunca sabremos si entraban o salían. El señor que espera la orden del semáforo con la pausa insoportable de la sabiduría. Un grupo de adolescentes pasando el día de pellas. Se reconoció en el amigo que no se apuntaba nunca. Una mujer latina dando el cariño que esperan sus hijos a la anciana que cuida. La recepcionista en la entrada del Jardín Botánico, pisando el cigarro como si apagara un recuerdo. La extraña cercanía hacia la mujer envuelta en cartones en la calle más comercial. Se detuvo para apreciar los colosos imponentes en los edificios más altos cuando, a sus pies, surgió la risa nerviosa de una pequeña que jugaba al “pilla-pilla”. Con sus pasitos hacía cosquillas al asfalto, que dejó de rugir. Los coches se saludaban amables y la ciudad entera pareció desnudarse. Buscó con sus ojos un lugar seguro y encontró la mirada de otro transeúnte con el mismo desconcierto. La ciudad solo quiso escuchar una voz: “¡Toi aquí!”