30 de noviembre de 2014

Tugce

Hoy puedes acabar un día de fiesta en la cola de un McDonalds en una ciudad alemana. Quizás pensando que estás a punto de cumplir 23 años, cuando la ley te exige decidirte por la nacionalidad tuya o la de tus padres. Y en todo lo que has aguantado a cuenta de tu origen turco. Los gritos del baño te devuelven al McDonalds y te recuerdan otra cosa: eres mujer. Piensas que así es como pedirías auxilio. Y en todo lo que has aguantado a cuenta de tu condición sexual. Así que no dudas en acercarte para comprobar que dos chicos están abusando de dos chicas borrachas. Consigues boicotear la agresión. La más alta cualidad del género humano, sentir en el otro, lleva tu nombre turco. Pero las peores fronteras siguen estando en nuestras cabezas. Y alemán es el silencio y la promesa sobre un bate de béisbol. La bella Tugce ya no puede despertar más que una punzada en nuestro interior. Han sido sus padres quienes han decidido que las máquinas la desconectaran de Alemania el día en que cumplió 23 años.

28 de noviembre

Vigo, 28 de noviembre. Barrio de O Calvario. Un hombre entra en una sucursal bancaria con un arma y dos cargadores. No sabemos si quería salvar a su familia o reclamaba una vida de tarjeta Black. La policía acude a defender la propiedad de los ricos. Imaginaos la que se puede liar si cualquiera puede tomar lo del otro, cuando le apetezca. Como los consejos de ministros se llevan tus escuelas, tus hospitales y tus derechos. Las eléctricas tu sueldo. El banco tu casa. El empresario tu trabajo... La policía está para que solo te roben los de siempre y atraco es intrusismo. Va contra el orden. Y en este país, contra el orden, solo se disparan balas. Una va a parar a una agente de policía. Más de veinte al atracador. Otra a otro agente. Otra se dispara desde Murcia: un chaval escribe en twitter “bravo por el atracador, ha conseguido que dos delincuentes queden graves”. Quizás lo dice por los seis policías que están en prisión acusados de asesinar a un hombre a pocos kilómetros de su casa. Se oye cargar el arma desde algún despacho de la capital y el chaval es detenido en cuestión de horas. Una bala perdida impacta en el brazo de la trabajadora de la sucursal bancaria, tomada como rehén por el atracador. La agente de policía ha muerto. Como la rehén, no llevaba chaleco antibalas. Comparte final con el atracador. El alcalde suspende el acto de alumbrado de navidad.

27 de noviembre de 2014

El ser y la andada

Cuando todavía
sabemos poco
confiamos en que algo vendrá.

Pero
solo viene el olvido.

A más altura
más vértigo
y a cada ventana
un abismo

de hambre
y de ausencia.

Y dudas,
cada vez más feroces

de grito sordo
agazapado
en la sombra imposible
de un espejo roto,

que se convierten,
en tu mirada,
en nuestra batalla.

23 de noviembre de 2014

El bien y el mal (microensayo)

Para los seres con memoria como nosotros, el cascarón nunca se rompe. Lo único que se puede romper es el miedo a romperlo. Decía Cortázar que “solo hay un medio para matar a los monstruos: aceptarlos”.

Voy a por uno de esos monstruos. Esos que despachamos rápido abandonándonos a la voluntad de un ser superior o bajo el peso de la Ley: ¿Qué es el bien y qué es el mal? Si no hay bien y no hay mal, ocurre como cuando Nietszche exclamó que ya no había Dios: “todo está permitido”. Horror.

¿Existen el bien y el mal? Vemos un árbol y sabemos que existe. Independientemente de cómo lo nombremos o definamos. Independientemente de quién lo observe o incluso si nadie lo mira. Existe por sí mismo. Al bien y al mal no los vemos. Y tampoco son entidades aisladas que podamos definir por sí mismas ya que, lo que en un tiempo fue considerado “bueno” en otro es considerado una aberración. No tienen un valor absoluto, que es lo que anhelamos. Hablamos, por tanto, de convencionalismos.

Ese convencionalismo nace en el interés del grupo: el bien es aquello que hace sentir mejor a la mayoría y el mal es lo que pierde en esa batalla. Si me siento débil y amenazado por algún peligro, necesito del grupo y para mí el bien será que todos cuidemos de todos. Al que se sienta fuerte y no amenazado, asumir la responsabilidad le hará sentirse aceptado en el mejor lugar del grupo. Pero quien se sienta fuerte como para no necesitar al grupo o no le compense asumir esa responsabilidad con el grupo, puede quedar descolgado en el terreno destructivo hacia el grupo y todo lo que se ha erigido desde y para el grupo. Sabemos que asumir la responsabilidad con otros pesa. No asumirla, no. La clave está en dónde tenga el individuo su centro de recompensa. En el caso extremo tenemos a los pederastas o los asesinos en serie. No ayuda nada cerrar el tema concluyendo que son monstruos. Básicamente, les reporta más beneficio estar fuera del grupo porque tienen su centro de recompensa fuera de él, aunque traiga dolor para otros.

En la vida cotidiana tenemos estos mismos dilemas, aunque tampoco seamos conscientes de ellos. Nos puede dar vértigo cuando estamos elevándonos por estar haciendo algo “bien”. Aparecen los pensamientos saboteadores, que solo se explican como lo contrario a lo que estamos haciendo, la destrucción de lo construido. Solo aparece el miedo a no estar a la altura o a hacer daño cuando se ha creado un lazo afectivo con alguien. Y al contrario, en muchos comportamientos cotidianos adoptamos posturas de evitación, de no cuidar al otro, para huir de esa responsabilidad que intuimos. No nos compensa. A mi modo de ver, el “bien” estaría relacionado con todo lo que hacemos fuera de nuestro centro de recompensa.

Cada uno que ponga manos a su obra. Nuestra herencia católica dice que un acto “tiene sentido”, como si fuera una propiedad del mismo. Los anglosajones hablan de “hacer sentido” (make sense), entendiendo que el sentido es una construcción nuestra. De la misma manera, no tienen la falsa dicotomía “nada” vs “algo”. La nada es la ausencia de algo (no-thing), no existe por sí misma. Y con lo “bueno” y lo “malo” ocurre algo muy parecido. Lo único que tiene nuestro sello es lo definido como “bueno”. Lo “malo” es solo la reacción en contra. El bien, tu “algo”, tu “sentido”, es lo único que verdaderamente tiene valor, porque es lo único que escribes contra el vacío.

22 de noviembre de 2014

Empatía

Imaginó a su madre limpiando aquel restaurante para que a él no le faltase nada en su adolescencia. Y esta vez no quiso buscar un chiste fácil o un piropo con el que arrancarle otra sonrisa. Señaló a la señora de verde que frotaba de rodillas la base de uno de los taburetes de la sala de descanso y dijo, para los dos, "yo no vuelvo a poner un pie ahí".

20 de noviembre de 2014

Color es

Alucino viendo dibujado en el cielo ese violeta desgarrando el fondo de siempre. Es el que no supe pintar en las clases del colegio y acabé resolviendo con uno de mis primeros “esto no es lo mío”. Esa belleza me recuerda que nunca podremos saber cómo ve el mismo color otra persona. Porque el color no es una propiedad sino una percepción. El cielo no es azul. Depende de lo que encuentre en su camino la luz que envía el Sol. Y leo por ahí que los rusos tienen una sola palabra “azul” para doce de nuestros colores. No quiere decir que no los vean, sino que no los nombran, que es como decir que no existen. Quizás es porque están más ocupados en llamar “azul” a quien nosotros dedicaríamos el maravilloso apodo de “mariquita”. Pero no nos quejemos que, si se trata de matices y de mirar al cielo, nosotros no hemos sido capaces de crear una palabra como la inglesa “heaven” para el destino de las almas. Nuestros buenos van al “Cielo”. Sí, al color de los mariquitas. Y yo, que no creo en el Cielo, sé que la Naturaleza solo muestra el arcoiris después de la lluvia. Uno solo puede ver al otro tal y como es tras la primera herida. La que deja pasar la luz. Así es como surgió el más bonito de mis colores, que no podría ver ni el más avezado de los rusos ni el más quisquilloso anglosajón. El color que dibujo cuando miramos juntos.

18 de noviembre de 2014

12 de noviembre de 2014

Mis sonrojos

Me dejo ir
por el río
de tu interminable presencia.
Entre la certeza
de no tenerte
y el pavor
a la
desembocadura.

5 de noviembre de 2014

Creencias

Me creo
cada mañana
en función de lo que
me crea
cada mañana

Contigo

Me dices
que te pierdo
y
que
no quieres
encontrarte.
Y yo
que nunca tuve
más
que la sensación
de estar perdido,
encuentro,
por fin,
mi sitio.

4 de noviembre de 2014

¿Adiós?

Empezaba el día en que iba a ser despedida. Apenas llovía y ella esquivó al frío colocando con suavidad su pañuelo preferido alrededor del cuello. Esa suavidad le regaló la idea de que el olor a infancia ya no le dolía. Y se sintió fuerte, tanto como para hacer las paces con el destino y arrancarle un espacio para ella. Las palabras ya descansan en pasado, como todo lo ajeno. Pero ese día se queda con ella.