17 de diciembre de 2017

Microcuento 139

Cuando estaban juntos
era el monstruo el que tenía miedo,
cuando se quedó a solas
el monstruo se vengó

El huracán de tu sonrisa

El huracán de tu sonrisa
desparramando
el montón de mis certezas

Me emborracho de palabras

Me emborrado de palabras
por no beber de ti

De nada vale

De nada vale cambiar de paisaje
si llevas los ojos tristes

En mis sueños

La realidad no me gusta,
en mis sueños te quedas

Microcuento 138

El corazón herido
quería empezar de acero

Cuando se fue

Cuando se fue me enseñó
que el vacío es lo que más pesa
y el silencio lo que hace más ruido

No es soledad

No es soledad:
a veces dos abismos
son demasiado

Mi esperanza

Mi esperanza
es que sigas esperando
a ser descubierta

Condensas

Condensas
lo que quiero
eres nube
en mi cielo
y llueve

Sacar las palabras

Sacar las palabras
como las balas del cuerpo

No quiero a mis demonios

No quiero a mis demonios
pero me hago con ellos

1 de noviembre de 2017

Me escondo

Me escondo,
a cielo abierto
la soledad aplasta

Te echaba de menos

Te echaba de menos
pero no tengo más

Peor que no tener nada

Peor que no tener nada
es no tener nada mejor

El fin

El fin siempre fue
sacarte de mi vida
a manos llenas

Microcuento 132

El miedo se va
pero la chica de la curva
se queda

Esta noche

Esta noche engulle
el eco de tu risa
de luna hiena

La nostalgia me espera

La nostalgia me espera,
puntual,
con las manos en los bolsillos

Horizonte

Horizonte es tu sonrisa
con olor a nuevo

Si cierras por dentro

Si cierras por dentro
nada
sale
mal

El silencio de la trinchera

El silencio de la trinchera
en la batalla por el sentido

27 de octubre de 2017

Luna (relato para el concurso "Ganarás la luz" de la Escuela de Escritores)

Cae la noche sobre Madrid y llueven coches hacia las casas. Las tiendas están cerrando los párpados de la ciudad. Tras ellos quedan los sueños del turno de noche. Como el de Sissi y Fall, que aparecen con el trasto de la basura. Fall está enamorado de ella. Sin embargo, cuando se quedan solos, las palabras desaparecen. Un tenebroso camión limpia sus pensamientos para volver su mente gris y previsible. El dichoso miedo del que Fall me habla cada noche. Pero esta vez brillaré más cuando estén despidiéndose en la plaza. Siempre funciona. Muchacho, hoy ganarás la luz.

8 de octubre de 2017

Ver

Su torpe miopía,
las gafas descolocadas,
esa mirada que sabe más de lo que calla
y yo
quiero ser lo que ve

10 de septiembre de 2017

El mismo cielo

A veces oscuro
a veces iluminado
a veces, roto,
se desparrama sobre nosotros
pero es el mismo cielo

23 de agosto de 2017

La cama desecha

La cama desecha
el olvido
y el amor por hacer

Nunca aprendí a soltar

Como no sé qué es soñar
guardo todos los besos
y precisamente por eso
nunca aprendí a soltar

Eres el silencio

Eres el silencio
de esta sinfonía escrita
en La menor duda

Microcuento 119

Abrió las puertas de la memoria
y lo dejó como estaba

Si sonríe

Si sonríe al verte
todas las sumas
dejan de dar igual

Monstruos

El monstruo de encima de la cama
se viste de olvido

Otro tren

Un tren de ensueño
se adentra en la noche
que te esconde

Te visto

Te visto de palabras
que haces frío

Cuanto más te conozco

Cuanto más te conozco
más quiero a mi pero

Una cama vacía

Lo peor de una cama vacía
es que estés tú en ella

Las ilusiones

En el río de las ilusiones
sigue enredada tu risa
entre ramas de olvido

Microcuento 118

La piedra se enamoró de él
y esta vez
se apartó

Microcuento 117

Cuando por fin aprendió a caer
olvidó para qué levantarse

Olvido hecho a mano

Ya no logro dibujarte
en el silencio que me dejaste

18 de agosto de 2017

7 de agosto de 2017

Como un susurro

Como un susurro atrapado
en las cuentas del amor
camina perpetua
la sangre en la herida.
El verano llega
y no hay nadie
en la estación

6 de agosto de 2017

31 de julio de 2017

Microcuento 111

Un adiós
abrazo partido

En la frutería (microcuento)

Friegasuelos, quitagrasas, bayeta, tomates, kiwis, naranja, Víctor, en una lista de la compra con dos tipos de letra diferentes.

"¿Quién da la vez?" devuelve el eco de la frutería de Antonio. Allí charlan dos hombres y una mujer ha soltado la correa de sus ojos para que salten nerviosos por los productos de un refrigerador.

Suena Lost on you de fondo y algo se rompe en el cuarto de los recuerdos de nuestro protagonista. Con esfuerzo vuelve a la frutería y piensa que, tampoco esta vez, ha preguntado nada en voz alta. Disculpad. ¿Quién da la vez? Yo, perdona, responden unos ojos en su sitio.

Microcuento 110

Sentía que todo era absurdo
hasta que sintió
a lo largo de su absurda espalda
una pequeña y absurda mano

18 de julio de 2017

Partir

El miedo salió de su caja
y el deseo se va con cualquiera.
De pie te siento en mis sombras
desordenada
inquieta
y sin billete de vuelta.

12 de julio de 2017

4 de julio de 2017

27 de junio de 2017

Microcuento 97

Creía ser un gato,
se escondía
y buscaba en los tejados
una gata solitaria como él,
pero la noche que se asustó
no cayó de pie

Microcuento 96

Compartieron su tarde
porque ninguno de los dos
llegó a tiempo

12 de junio de 2017

Esta luna

Esta luna de silencio inmerecido
esconde un Sol de imposible atragantado
y es tu boca manantial en julio
que valla la pena
sonrisa abajo

4 de junio de 2017

31 de mayo de 2017

Microcuento 65

Él caminaba la tristeza
de quien sigue a lo perdido.
Ella plantó una barricada
de sonrisa firme.
Al impacto
brotaron amaneceres.

Microcuento 64

Jugaba a reconocer las matrículas
de camino a la oficina,
enredaba las noticias
al señor de los cafés,
buscaba otro pasado
en el patio del colegio
pero no conseguía escapar de ella

17 de mayo de 2017

15 de mayo de 2017

14 de mayo de 2017

Microcuento 54

Se cayó en un adiós
y ya no recuerda
cómo caminaba antes

Microcuento 53

Era la flor que para conocer más lugares debe arrancar sus raíces
y después renovar esa herida para sobrevivir

Lejos

Un silencio herido
de refugiados, pateras
y sonrisas forzadas
como promesas,
palabras presas de una vida
que se ha quedado
a las puertas

Marea baja

Nos quedamos en la orilla
anclados
mirando bajar la marea
y con ella
nuestro castillo de arena

Noestalgia

Palabras ahogadas en la orilla,
nombres que se fueron
y nunca dejan de estar.
Barcos hundidos
en el café de siempre
nostalgia para desayunar

11 de mayo de 2017

Mi calle

Se instalan las nubes de tu ausencia y mi casa es la sombra del lado izquierdo de mi cabeza. Esta calle solo trae
el dolor de muelas de la pobreza

10 de mayo de 2017

9 de mayo de 2017

Noche en la ciudad

No quedan
trajes ni maquillaje​.
Solo deseos vagabundos,
una desesperación que no calman
esas luces azules
y yo, preguntándome
donde estarás

8 de mayo de 2017

Microcuento 51

Guardó sus labios de mariposa

y su mirada de fiera devorada por dentro
en la cajita de los imposibles.
De vez en cuando sonríe y los pasea.

6 de mayo de 2017

3 de mayo de 2017

El puente

Este puente, como en el juego, he tenido la suerte de ser llevado por la corriente para avanzar en el tablero. Un viaje familiar que sobre todo ha sido un viaje a las raíces, esas que se ocupan de absorber el alimento para poder dar nuevas semillas. Los mejores ratos me los regaló la pequeña de mi primo, Clara. Sacamos el jugo a muchos cuentos, un dominó de animales, un juego de memoria de los Pitufos y un “picnic” cuando tocó. Me devolvió a la infancia desde el primer momento. Al cariño sin medida, al presente como única intención, a llorar por despegarse. En definitiva, todo lo que me he ido dejando por el camino. Más tarde, en otro hogar sin puertas me enseñaron lo que escribió una prima mía, más joven que yo, cuando mi padre murió el año pasado. Contaba los guiños que él le hacía para atraparle en el mundo de los libros, porque mi prima apuntaba maneras. A escondidas, le regalaba libros que no eran infantiles, como los que llevaba los demás sobrinos. Hoy escribe fabulosamente. Mi prima también se llama Clara. En su texto hablaba de cómo esos libros que le llevaba mi padre y su preocupación por animarla forman parte de ella. Libros, picnic, ausencias, distintas formas de acercarse. El camino para recuperar lo perdido.

20 de abril de 2017

Microcuento 41

Nadie quiere volver solo,
dijo el corazón
antes de partirse en dos

Microcuento 40

Entregó el corazón a su niño interior y le pidió que lo guardara.
La indiferencia había soltado a los perros.
Otra vez.

16 de abril de 2017

12 de abril de 2017

Microcuento 31

Ni hacía caso ni le daba cariño, así que decidió no quedarse con él.
El pequeño correspondió lamiendo su mano con ternura.
Solo puedes amar como te han amado, pensó, antes de ponerle la correa.

26 de marzo de 2017

14 de marzo de 2017

Microcuento 21

El primer café fue como esa invitación a deponer las armas cuando ya no hay quien pare la guerra

3 de marzo de 2017

Microcuento 18

El corazón ahogándose en un vaso de agua.
La razón apuntando que está medio vacío.
Algo es algo, dijo, antes de tirar por la calle de enmedio.

1 de marzo de 2017

Microcuento 15

"Bajo riesgo de magulladuras y para minimizar el riesgo de rotura, se recomienda no retirar el protector de orgullo ni exponer los sentimientos a la luz directa del juicio ajeno".

Por qué demonios nunca leo los prospectos.

28 de febrero de 2017

El pequeño Aylan

Mi pequeña aportación al homenaje a Gloria Fuertes del programa Carne Cruda,
Cuentos en Verso para oyentes perversos:

El pequeño Aylan calla
no sabe lo que pasa
como la valla

y también tiene frío
y también separa.


No suelta a su osito
ni tampoco a los gritos
de los látigos, fuerte,
y de las madres, flojito.

El monstruo de Aylan
no habla de oscuridad
y no le trae a esas niñas
llenas de maldad.

Él le mira con pena,
espera a que duerma
y se acuesta detrás
y con mucho cuidado
le empieza a peinar.

31 de enero de 2017

Aita

Yo soy de los que piensa a diario en lo extraño de la existencia. En si todo está predestinado por la genética, el entorno y el aprendizaje. Si somos piezas de un teatro representado sin remedio. Si el amor es tan químico como volátil. Y, peor, si es interesado. Así que vivir tu muerte ha dado un poco más de profundidad a mi depresión de siempre.

Quizás con la idea de volver al comienzo, nos fuimos a pasar unos días a Bilbao. Allí donde estábamos todos y tú eras el padre, el líder, el gruñón. Aita. Allí dejamos el coche, tu coche, aparcado donde pudimos. Zona azul: tendríamos que madrugar para cambiar el ticket.

El recibimiento en el hotel fue muy agradable. Y mientras esperábamos el papeleo correspondiente, eché un vistazo a la máquina de "snacks" de la entrada. Había dos latas de Coca-Cola, de esas que llevan un nombre propio. Y me pareció gracioso que, en una de ellas, era tu nombre, "Ricardo", el que nos miraba.

A la mañana siguiente, antes de las 9:00, bajé con Igor a cambiar el coche de sitio. El frío pelaba. Al llegar comprobamos que, sobre la bruma que descansaba en el maletero, un dedo infantil había escrito "Papá". Unas letras que saltaron a mi cuerpo en un escalofrío.

Ya en Madrid, con las pilas de la memoria cargadas, volví al trabajo. A los pocos días, tuvimos un curso de control del estrés. Mientras la responsable del curso hablaba de las situaciones que nos llevan a la emoción negativa, el autosabotaje y la pérdida del control yo me perdía en mi pensamiento de siempre, que busca algo más. La consistencia de una derrota tan intangible como invulnerable. La presencia de la nada y su irremediable peso. El por qué personas tan inteligentes como Pavese, Woolf, Nietzsche, Séneca, Hemingway o Pizarnik acabaron suicidándose. Y en la pantalla cuatro palabras de las que resaltaban sus iniciales:

         Ansiedad Ira Tristeza Alegría

Yo, que soy irreversiblemente ateo, de repente me vi creado y creando. De alguna manera te sentí. Una manera que solo yo podía ver. Que no es real, como lo que ya no está físicamente pero forma parte de ti. Como la nada y su peso irremediable.

28 de enero de 2017

Opciones

Vivir nunca
fue una opción
como deshojarse en acordes
beber la rosa que te pincha
enredar palabras de araña
o abrazar el mar que te ahoga

27 de enero de 2017

Ese punto azul pálido

No eres tú,
soy yo
que quiero conocer
otros demonios,
dijo la razón.

Mátame si quieres
pero he decidido quedarme
todo lo que tengo
que olvidar,
dijo el corazón.

Páginas que se resisten a pasar,
vacíos que no se dejan hacer,
luces que se apagan ante la grieta,
y, menos mal,
abismos que besan abismos.

Cada amanecer
sonríe al verte
para recordártelo

19 de enero de 2017

El abrigo (Relato breve)

 I

Los dos están sentados en lo que parece ser una colchoneta. La pared necesita una mano de pintura. O dos, mejor. Pero una, lo que se dice “ya”. La habitación agradecería algún mueble. La altura la dan los tres montoncitos de libros de enfermería. Que sonríen porque cada mañana son tocados por ella. Hay un ordenador en el que él pasa muchas horas. Y ahora señala a la pantalla:

- Míralos. Puede que la vida no resista esta noche. Y nosotros aquí.

- Lo sé. Pero no podemos hacer nada por ellos. Ya nos han cortado la luz. Y pronto nos echarán del piso.

- Pero vamos a seguir vivos, Lorena. Ahora, aquí, tenemos mantas. Que le jodan al casero. Menudo gilipollas.

- Nos puede buscar la ruina. Yo que sé. Igual nos acaban metiendo en la cárcel por no pagar.

- No creo. Yo que sé. He visto que en Almirante Jodar recogen abrigos para enviar a Lesbos.

- Sonrisa. ¿Abrigos? ¿Y nosotros qué llevamos?

- Podemos comprar uno con lo que tenemos en el bote.

- Joder.

Sí, claro que sí. Supongo que lo necesitan más que nosotros.

- Se cogen de la mano.

Llaman al amor. Y parece que es urgente.

II

La calle es un lugar casi respirable, pero no de todos. Y esta mañana hace frío en Barcelona. Bruno está acostumbrado a esperar en colas al aire libre. Lorena apenas puede disimular que está tiritando.

- Mola que haya tanta gente aquí, ¿verdad?

- Sí.

- Oye. ¿No te parece que esta gente...?

- Ya. Esta gente trae cosas de cojones.

- Eso mismo. ¿Crees que sus abrigos valen más de 70 pavos?

- No lo sé, amor.

Voy a acercarme a la puerta, a ver si veo algo de lo que están cogiendo. No te muevas de la cola.

Lorena mira alrededor. Ellos no suelen pasar por esta calle. No hay una colilla en el suelo. Ni un papel. Le llama la atención ver a un hombre vestido de verde entregado a la limpieza de la calle. ¿Cuánto cobrará? ¿Tendrá hijos? Igual sí le da para tener hijos. Imagina a ese hombre con una mujer un poco entrada en carnes, más bajita que él. Y con dos hijos. En un pisito del Raval. Y hay un perro. Pero vuelve Bruno.

- Joder, yo qué se.

- ¿Qué? ¿Todo es mucho más caro, verdad?

- Dicen que solo aceptan equipos de ski. Para temperaturas extremas. He visto que le decían a uno que no cogían el abrigo.

- ¿En serio?

- Dice que no son una ONG, que son una pareja que se ha ofrecido a hacer esto. Y son unos pijos del infierno.

- Joder. No me jodas. Joder, Bruno. Nos hemos gastado lo que teníamos.

- Nos hemos gastado lo que teníamos. Amor. ¿Qué te parece si nos vamos?

- Risa nerviosa.

 ¿Y qué hacemos con este abrigo? ¡A mí no me vale!

- Se lo regalamos a alguien que esté en la calle. ¿Cómo lo ves? Nosotros tenemos mantas.

- Vale

- Besos

- Besos

Los besos son muy exigentes. Siempre necesitan de más besos. Quizás la política de vivienda no sea más que otra parte de la conspiración para que no nos demos besos.


III

Bruno y Lorena están despeinados. Como casi siempre en casa. La Luna les mira por la ventana. Creo que tiene celos. Uno busca a la Luna cuando no tiene a quién mirar. Es el punto de encuentro para los que no están juntos. Y los dedos de Bruno pasan por la mejilla todavía ardiendo de Lorena, que deja caer sus pensamientos sobre su pecho. Yo miro desde fuera. Como la Luna. Nosotros seguimos viendo la propiedad privada.

- Al tipo le hizo mucha ilusión, ¿verdad?
- Vaya sonrisa que le sacamos.
¿Te sientes bien?
- Sí. Creo que hemos hecho lo que teníamos que hacer.
- Lo que queríamos hacer
- Beso
- Tiene que ser la misma cosa. Si no, no vale nada.
- Besos

IV

Es media mañana. Porque ha pasado la mitad de la mañana y por la sensación de que apenas ha sido disfrutada a la mitad. Lorena está en casa. Está enchufada a uno de esos libros. Pero ya tiene el arroz hervido con un par de salchichas. Un par porque son dos. Tienen que ser dos.

- Hoy sí que ha habido una buena. Casi nos matamos.
- ¿Qué dices? ¿Qué ha pasado?
- El de la ETT se ha puesto chulo con uno. Otro al que no le pagaban lo que le habían dicho. Que había estado currando dieciséis horas al día. Ese tío hubiera matado esta mañana si no es por la Seguridad.
- La Seguridad de que te van a engañar. Me cago en dios.
- Esa. Le han empezado a pegar. Y se ha metido uno de los de la cola a pegarles a ellos. Y nos hemos metido todos. Joder. Le he pegado una hostia al gilipollas ese gordo cebón hijo de puta. Me he quedado a gusto.
- Risa desbordada
- Risa enloquecida.

La Risa es un lugar. Donde dejarse caer por la colina de la infancia. De la mano del amor de mamá. Los amigos. Entre estas montañas solo hay amistad y juego. Ayuda. Aquí nadie puede tener frío.

- ¿Es mentira, no?
- No, no. Ha pasado. Hoy también. Si pasa en mi cabeza, pasa, ¿no?
- Te quiero.
- Te quiero.

V

- No te he contado. Esta mañana. Cuando iba a la cola de Empleo.

He visto al tío de Coronel Flaco. Al indigente.

- ¿El del abrigo?
- Sí. El del abrigo. Que no tenía abrigo, ni nada. Estaba hecho mierda. Se ha debido poner de todo. Y ahí estaba. Tirado. Le he intentado hablar y no se podía ni mover. No me ha entendido una mierda.
- Joder.
- Me cago en dios.
- ¿Era demasiado bonito, no?

- Sí. Era demasiado bonito.


18 de enero de 2017

Microcuento 8

El semáforo en rojo le señaló al niño aferrado a un peluche roto y la canción acabó descolgando dos gotas de rocío. Volvió a dar al play.

Cadena de frío

Tampoco me atrevo a escribirte
porque no sé aún
si te echo más de menos a ti
o a lo que te llevaste de mí