20 de noviembre de 2014

Color es

Alucino viendo dibujado en el cielo ese violeta desgarrando el fondo de siempre. Es el que no supe pintar en las clases del colegio y acabé resolviendo con uno de mis primeros “esto no es lo mío”. Esa belleza me recuerda que nunca podremos saber cómo ve el mismo color otra persona. Porque el color no es una propiedad sino una percepción. El cielo no es azul. Depende de lo que encuentre en su camino la luz que envía el Sol. Y leo por ahí que los rusos tienen una sola palabra “azul” para doce de nuestros colores. No quiere decir que no los vean, sino que no los nombran, que es como decir que no existen. Quizás es porque están más ocupados en llamar “azul” a quien nosotros dedicaríamos el maravilloso apodo de “mariquita”. Pero no nos quejemos que, si se trata de matices y de mirar al cielo, nosotros no hemos sido capaces de crear una palabra como la inglesa “heaven” para el destino de las almas. Nuestros buenos van al “Cielo”. Sí, al color de los mariquitas. Y yo, que no creo en el Cielo, sé que la Naturaleza solo muestra el arcoiris después de la lluvia. Uno solo puede ver al otro tal y como es tras la primera herida. La que deja pasar la luz. Así es como surgió el más bonito de mis colores, que no podría ver ni el más avezado de los rusos ni el más quisquilloso anglosajón. El color que dibujo cuando miramos juntos.

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