LHC es el nombre del mayor hito científico del
ser humano. El “gran colisionador de hadrones” se creó para comprender de qué
está hecho el universo o cómo interactúan las partículas. Para ello se lanzan
protones a 7 teraelectronvoltios a lo largo de un túnel y se estudia el resto
que dejan tras chocar entre ellos.
LHC son también las iniciales del hombre que murió el domingo pasado dentro de una alcantarilla. Esa fue su respuesta a la palabra “cáncer”. En su huida encontró otra partícula elemental, esto es, otro ser humano, indigente de carrera. El choque de partículas que se produjo en esa tubería dejó como resto un amigo.
El amigo nunca supo de su enfermedad. Su familia tampoco. Y, a pesar de no contar con un túnel de 27 kilómetros de perfecta circunferencia, podemos imaginar que él se negó a convertirse en “cáncer”. Que sus familiares gastasen su pensión y su tiempo en otra cosa. Y así pasaron cinco años.
LHC son también las iniciales del hombre que murió el domingo pasado dentro de una alcantarilla. Esa fue su respuesta a la palabra “cáncer”. En su huida encontró otra partícula elemental, esto es, otro ser humano, indigente de carrera. El choque de partículas que se produjo en esa tubería dejó como resto un amigo.
El amigo nunca supo de su enfermedad. Su familia tampoco. Y, a pesar de no contar con un túnel de 27 kilómetros de perfecta circunferencia, podemos imaginar que él se negó a convertirse en “cáncer”. Que sus familiares gastasen su pensión y su tiempo en otra cosa. Y así pasaron cinco años.
Lo único que
saco en claro es que el conocimiento no nos sirve de nada sin antes comprender
la palabra más hermosa que hemos inventado: “tú”
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