31 de marzo de 2014

Dime con quién andas

Caminaban con prisa, atropellándose cada poco, como dos piedras que se despeñan. Uno de ellos señaló con la cabeza. Todos los días veía a esa mujer comprar flores. Seguro que no tiene para comer en condiciones y anda con esas chorradas. Torcieron la calle. Las palabras, que no iban a gusto en ese trote, aprovecharon la corriente para seguir a la señora. Tras un corto paseo, se paró al borde de la carretera. Allí descansaban, exhaustas, las dos flores de ayer. Y decidieron quedarse junto a las hermosas rosas que las continuaban.

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