6 de mayo de 2014

OJOS

Salió de su casa. Como siempre, dio dos vueltas a la llave. Algo le hizo llevar sus ojos a la mirilla de la puerta. Un destello, un movimiento inesperado. Se acercó un poco más y pudo ver que desde dentro había un ojo mirándole. Como un niño, apartó al momento su mirada para que la realidad desapareciese frente a él. Volvió para acercar sus ojos, algo avergonzados por la reciente huida, pero no vio nada al otro lado. Y nervioso, dudando si debería entrar de nuevo para comprobar que no había nadie en su casa o si debería irse ya para no llegar tarde a esa dichosa reunión, notó cómo sus piernas marcaban el camino de siempre y su brazo se extendía para dar al botón del ascensor.

Aquella silla, frente al ordenador, le esperaba igual que una obligación irremediable. Desde ella veía al jefe caminar entre las mesas de los compañeros como quien pasea a su perro por el parque. Necesitaba ver los ojos verdes, inmensos, de su compañera. Y soltó un chascarrillo. Mientras ella le miraba, dulce y sonriente, algo le hizo mirar hacia abajo. Un destello, un movimiento inesperado. Sintió la presencia del otro lado de la mirilla. La mirada de su yo vencido, pidiéndole que bajara los brazos y se retirara de todo y de todos. Esa presencia había sido su pareja desde el último naufragio. Pero ahora había dos hermosas promesas, mirándole, plantando cara a su propio miedo. Comprendió que, cada vez que evitaba un problema, ese fantasma saboteador se hacía más grande. Y en la turbulencia del razonamiento, verse en los ojos de ella fue montarse en un coche en marcha. Un coche que no dudó en tomar para llegar hasta la infame reunión de resultados del último trimestre.

Allí fue el único que no rió la broma estúpida del jefe, el que le cortó para rectificar uno de esos errores tontos que cometen los que nunca son contrariados, quien no se inmutó cuando aquél levantó la voz y quien finalmente se despidió de todos diciendo que nadie se merece un jefe tan idiota, mirándole a los ojos como si mirase, sin miedo, al otro lado de la puerta.

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