I
Los dos
están sentados en lo que parece ser una colchoneta. La pared necesita una mano
de pintura. O dos, mejor. Pero una, lo que se dice “ya”. La habitación agradecería algún mueble. La altura la dan los tres montoncitos de libros de enfermería. Que sonríen porque cada mañana son tocados
por ella. Hay un ordenador en el que él pasa muchas horas. Y ahora señala a la pantalla:
-
Míralos. Puede que la vida no resista esta noche. Y nosotros aquí.
- Lo
sé. Pero no podemos hacer nada por ellos. Ya nos han cortado la luz. Y pronto
nos echarán del piso.
- Pero
vamos a seguir vivos, Lorena. Ahora, aquí, tenemos mantas. Que le jodan al
casero. Menudo gilipollas.
- Nos
puede buscar la ruina. Yo que sé. Igual nos acaban metiendo en la cárcel por no
pagar.
- No
creo. Yo que sé. He visto que en Almirante Jodar recogen abrigos para enviar a
Lesbos.
- Sonrisa.
¿Abrigos? ¿Y nosotros qué llevamos?
- Podemos
comprar uno con lo que tenemos en el bote.
- Joder.
Sí, claro que sí. Supongo que lo necesitan
más que nosotros.
- Se
cogen de la mano.
Llaman
al amor. Y
parece que es urgente.
II
La
calle es un lugar casi respirable, pero no de todos. Y esta mañana hace frío en
Barcelona. Bruno está acostumbrado a esperar en colas al aire libre. Lorena
apenas puede disimular que está tiritando.
- Mola
que haya tanta gente aquí, ¿verdad?
- Sí.
- Oye.
¿No te parece que esta gente...?
- Ya.
Esta gente trae cosas de cojones.
- Eso
mismo. ¿Crees que sus abrigos valen más de 70 pavos?
- No lo
sé, amor.
Voy a acercarme a la puerta, a ver si veo
algo de lo que están cogiendo. No te muevas de la cola.
Lorena
mira alrededor. Ellos no suelen pasar por esta calle. No hay una colilla en el
suelo. Ni un papel. Le llama la atención ver a un hombre vestido de verde entregado
a la limpieza de la calle. ¿Cuánto cobrará? ¿Tendrá hijos? Igual sí le da
para tener hijos. Imagina a ese hombre con una mujer un poco entrada en
carnes, más bajita que él. Y con dos hijos. En un pisito del Raval. Y hay un
perro. Pero vuelve Bruno.
- Joder,
yo qué se.
- ¿Qué?
¿Todo es mucho más caro, verdad?
- Dicen
que solo aceptan equipos de ski. Para temperaturas extremas. He visto que le
decían a uno que no cogían el abrigo.
- ¿En
serio?
- Dice
que no son una ONG, que son una pareja que se ha ofrecido a hacer esto. Y son
unos pijos del infierno.
- Joder.
No me jodas. Joder, Bruno. Nos hemos gastado lo que teníamos.
- Nos
hemos gastado lo que teníamos. Amor. ¿Qué te parece si nos vamos?
- Risa
nerviosa.
¿Y qué
hacemos con este abrigo? ¡A mí no me vale!
- Se lo
regalamos a alguien que esté en la calle. ¿Cómo lo ves? Nosotros tenemos
mantas.
- Vale
- Besos
- Besos
Los
besos son muy exigentes. Siempre necesitan de más besos. Quizás la política de
vivienda no sea más que otra parte de la conspiración para que no nos demos
besos.
III
Bruno y
Lorena están despeinados. Como casi siempre en casa. La Luna les mira por la
ventana. Creo que tiene celos. Uno busca a la Luna cuando no tiene a quién mirar. Es el punto de encuentro para los que no están juntos. Y los dedos de
Bruno pasan por la mejilla todavía ardiendo de Lorena, que deja caer sus
pensamientos sobre su pecho. Yo miro desde fuera. Como la Luna. Nosotros
seguimos viendo la propiedad privada.
- Al
tipo le hizo mucha ilusión, ¿verdad?
- Vaya
sonrisa que le sacamos.
¿Te sientes bien?
- Sí.
Creo que hemos hecho lo que teníamos que hacer.
- Lo
que queríamos hacer
- Beso
- Tiene
que ser la misma cosa. Si no, no vale nada.
- Besos
IV
Es
media mañana. Porque ha pasado la mitad de la mañana y por la sensación de que apenas ha sido
disfrutada a la mitad. Lorena está en casa. Está enchufada a uno de esos
libros. Pero ya tiene el arroz hervido con un par de salchichas. Un par porque son
dos. Tienen que ser dos.
- Hoy
sí que ha habido una buena. Casi nos matamos.
- ¿Qué
dices? ¿Qué ha pasado?
- El de
la ETT se ha puesto chulo con uno. Otro al que no le pagaban lo que le habían
dicho. Que había estado currando dieciséis horas al día. Ese tío hubiera matado
esta mañana si no es por la Seguridad.
- La Seguridad
de que te van a engañar. Me cago en dios.
- Esa.
Le han empezado a pegar. Y se ha metido uno de los de la cola a pegarles a
ellos. Y nos hemos metido todos. Joder. Le he pegado una hostia al gilipollas
ese gordo cebón hijo de puta. Me he quedado a gusto.
- Risa
desbordada
- Risa
enloquecida.
La Risa
es un lugar. Donde dejarse caer por la colina de la infancia. De la mano del
amor de mamá. Los amigos. Entre estas montañas solo hay amistad y juego. Ayuda.
Aquí nadie puede tener frío.
- ¿Es
mentira, no?
- No,
no. Ha pasado. Hoy también. Si pasa en mi cabeza, pasa, ¿no?
- Te
quiero.
- Te
quiero.
V
- No te
he contado. Esta mañana. Cuando iba a la cola de Empleo.
He visto al tío de Coronel Flaco. Al
indigente.
- ¿El
del abrigo?
- Sí.
El del abrigo. Que no tenía abrigo, ni nada. Estaba hecho mierda. Se ha debido
poner de todo. Y ahí estaba. Tirado. Le he intentado hablar y no se podía ni
mover. No me ha entendido una mierda.
-
Joder.
- Me
cago en dios.
- ¿Era
demasiado bonito, no?
- Sí.
Era demasiado bonito.
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