22 de junio de 2015

Quizá


"quizá tuviera una sonrisa
como la tuya
dulce y honda
quizá tuviera un alma triste
como mi alma
poca cosa"
(Benedetti)

Es imposible
que me acostumbre
a dejar de
descubrirte.

Tus cuatro paredes
responden en las mías
un silencio que ofrece
nuestras entrañas

como si pudiéramos
darnos consuelo.

Sin el vértigo de tu mano,
solo temo enredarme
en las sombras
o ser una de ellas.

Quizá del amor
no debe uno
nunca
salir vivo.

16 de junio de 2015

Aita

Es cierto que nunca nos llevamos bien. No te puedo culpar por ello, porque tampoco conseguí llevarme bien conmigo mismo. Al fin y al cabo tengo treinta y siete años y sigo solo. Como diciéndole al mundo que me quiero tanto que solo puedo hacerme daño yo. Y a estas alturas uno sabe muchas cosas. Por ejemplo, que la violencia es solo un atajo del miedo. Y que el viejo gruñón que nunca dio un abrazo a sus hijos llora cuando, ataviado con uno de esos reciclados pijamas de hospital, piensa en su nieto de tres añitos. No te quiero culpar de cómo eras como no te quiero querer por el hecho de ser mi padre. Pero sí hay una cosa de la que quiero culparte: de que no me dieras respuestas ni cuando veías que me ahogaba en preguntas. Estabas más preocupado por dárselas a los presentadores de la tele. Muchas respuestas. Casi todas. Pasara lo que pasara, teníamos que saber que tú tenías casi todas las respuestas.

Y ahora te veo sin ellas. Se han ido. Ya ves, el presentador de la tele sigue siendo el mismo. Y él tampoco tiene tus respuestas. Yo las mías ya no las quiero. Solo quiero seguir escuchando las tuyas. Las que quieras. Sin ellas me siento al otro lado de la tele.

Someone like you


Galeano me enseñó que recordar es volver a traer al corazón. En nuestro caso no es exactamente así, porque de mi corazón no puedes salir. Pero recuerdo. Como respiro. Para sentir contigo. Y recuerdo cuando te dije que, tocando Someone like you al piano, tuve esa sensación de plenitud inmensa a la que llevan las más bellas creaciones del corazón humano. Sentí que me daba igual morir, si tan solo me dejaran tocar este tema una vez más. Después te recordé emocionada escuchando Time Lapse entre mis dedos temblorosos -no es para menos, se presentaban ante una de esas bellas creaciones-. Me dijiste que habías podido sentir lo mismo. Los científicos dicen que el sonido no se transmite por el vacío. Nunca lo había pensado, pero lo sabía. Lo sabía porque mis pensamientos antes morían solos, desabrigados. Y tu risa ahora los convierte en melodía, por absurdos o temerarios que sean. Si digo que me acordé de ti no me refiero al recuerdo exactamente. Me refiero al acorde.


7 de junio de 2015

Nº 10

Le recorrió un escalofrío al intentar entrar en la casa. La sensación de que había alguien al otro lado. Estuvo a punto de echarse a correr en dirección contraria pero le pudo una mezcla de curiosidad y la necesidad de negarse a tirar la toalla. Decidió ir hacia la puerta de atrás, manteniendo el sigilo. Pudo abrir esa puerta y entrar en el garaje, que atravesó en silencio. Mientras recorría el pasillo que daba al salón, una mano que apareció desde el pequeño baño le sujetó firmemente por el antebrazo. En pánico, no pudo darse la vuelta para mirar. Quedó absorto observando al fondo una cocina que no era la suya. Ni el salón, por los detalles que podía contemplar desde aquel pasillo ajeno. Comprendió que uno no piensa las cosas que hace mientras le va bien. Quizás había entrado a robar. Quizás era ya otra persona.